domingo, 21 de septiembre de 2008

Vidas forjadas al pulso del dial


Domingo 21 de septiembre de 2008

Texto: Solange Domínguez Pacheco.
Locutor Gabriel Guzmán. Foto: L.Poblete
A pesar de los tiempos vertiginosos, la radio sigue siendo el medio más creíble y de mayor cobertura.

En ella está el quehacer de cientos de personas que siguen creyendo en la magia de una voz detrás del micrófono.

Esa canción favorita. Ese gol de leyenda. La dirección del incendio. Todo a través de la radio. Se calcula que es escuchada diariamente más de 5 horas. Para lograrlo está el quehacer de esas voces ya familiares, de esas manos que antes ordenaban cintas y hoy ajustan programas para oír ese comercial, esa melodía. Son los trabajadores radiales, enamorados del dial. Pero esta realidad no ha sido sólo de auditorios, micrófonos y transmisiones, pues estos trabajadores han sido testigos y protagonistas de cambios incesantes donde la tecnología, las nuevas estructuras y el tiempo han cobrado un especial sentido.
Un presente cambiante Un hecho simbólico resume el escenario actual de la radio: las emisoras ya no silencian sus transmisiones para el Día del Trabajador Radial, establecido cada 21 de septiembre. Cuando se instauró, en 1942, como recompensa tras las extenuantes jornadas dieciocheras, quedaba una emisora de turno. Era momento de celebraciones y paseos. Sin embargo, a mediados de los ochenta la Radio Bío Bío desestimó esta tradición, posicionándose del dial en esa jornada. Esto trajo serios » debates en la Archi (Asociación de Radiodifusores de Chile). Finalmente, se estableció la libertad de acción. Era la confirmación de un escenario nuevo: las cadenas buscaban protagonismo y las radios locales debían luchar por permanecer. Un momento adverso al que se ha hecho frente. “Las radios locales empezaron a competir, salieron un poco de la inercia para tecnifi carse y al mismo tiempo los locutores empezaron a estudiar más y sacar cosas más atractivas”. señala María Eugenia Vaccaro, presidenta del VIII Comité de la Archi.
Pero no ha sido fácil en especial por la escasa publicidad disponible. “Es una cierta paradoja porque por un lado la radio tiene los más altos niveles de credibilidad, de confi anza y cercanía con la gente, sin embargo no tiene una participación en la inversión publicitaria como quisiéramos”, señala Luis Pardo, presidente de la Archi. Pero la gente de radio no se desmoraliza y sigue creyendo. “Los que trabajamos en radio tenemos que impulsar este medio. La radio sigue siendo la mejor compañía” señala Leonardo Estrada, locutor de Radio Macarena, quien lleva 28 años como parte de este mundo. “El momento de oro de la radio, yo creo que es mañana”, enfatiza.
En esta misma línea un hombre con una extensa trayectoria radial, que comenzó hace 52 años como aprendiz de radiocontrolador, el locutor de Radio Ñuble, Luis Cáceres, afi rma: “Todavía falta mucho. Todavía no conocemos todo el valor de la radio”. La fortaleza se insiste es la cercanía. “Las radio local es aquella que está atenta al incendio, al choque, a las noticias locales y hoy día creo que la gente está consumiendo más radio local que satelital”, señala Eduardo Cortés locutor de La Discusión, quien comenzó hace 17 años en Calama.
Sin embargo, para Gabriel Guzmán, quien lleva cerca de 20 años en radio y hoy es locutor de El Sembrador, se está privilegiando en demasía el negocio: “Gente que tiene un pasado de trabajador radial hoy no tiene el mismo cuidado al entregar sus espacios radiales”. En lo inmediato las radios están ad portas de enfrentar un cambio esencial: una nueva renovación de concesiones.
En este escenario ha sido relevante la modifi cación legislativa que elimina algunos trámites costosos, con la idea de apoyar a las radios locales. Un avance considerando el costo estimativo de la boleta de garantía para postular a una concesión en Chillán, oscila en los 3 millones de pesos. En Chile existen más de 2 mil concesiones, siendo el país que tiene más por habitante. Sobre 300 radios son parte del actual proceso y en Chillán, pese a la reserva que se mantiene, las radios más emblemáticas se sumarán a él.
Pero los cambios han sido muchos, incontables y vertiginosos. Del vinilo al click Por muchas décadas la radio fue un misterio. Una cajita que emitía sonidos. Ese misterio atrajo a muchos jóvenes que se adentraron a los estudios para revelar el conjuro. Se quedaron, transformándose en criaturas de radio. Allí estuvo en un momento el vinilo, los discos 78 de vitrola, que cada tres implicaban cambio de aguja. Las gigantescas cintas. Más tarde, las montañas de casetes que guardaban canciones y comerciales. En un tiempo había una pauta bastante rígida. Tenían que turnarse los solistas por género, nunca podían ir dos voces masculinas seguidas. Tampoco después de una canción lenta, una rápida, ni menos mezclar solistas con grupos. Hubo transmisiones emblemáticas como la llegada de los restos de Claudio Arrau en 1991 y, como siempre los partidos de Ñublense, que implicaban » metros de cable, 100, 300 o más y la buena voluntad de algún vecino que facilitara un teléfono.
A fines de los noventa vino la computarización, que tuvo un gran impacto, especialmente en la disminución del personal. De equipos que se componían de 20 ó 30 personas repartidas entre programación, controles, ingeniería, prensa, administración. “Eran verdaderas comunidades radiales que ya no existen”, recuerda Leonardo Estrada. Hoy una radio puede ser manejada perfectamente por dos o tres personas. Juan Carlos Garrido, con poco más de 20 años de experiencia, cumple hoy tres funciones en la Radio La Discusión como radiocontrolador, programador y grabación. “Va disminuyendo la parte laboral con estos equipos”, afirma. Las adaptaciones fueron vertiginosas, lo confi rma el propio Luis Cáceres con su vasta experiencia “Lo he pasado de etapa en etapa y no me he dado cuenta cómo”.
Hoy mueve hábilmente sus dedos en el computador y aún recuerda el sismo de mayor de 1960 el que tuvo que soportar en el locutorio para continuar la transmisión. Radio Central: La escuela “Informativa, deportiva, musi- » cal, su mejor amiga, radio Central” rezaba el jingle característico de esta emisora, ubicada en el 154 AM que para muchos fue el lugar donde aprendieron de radio. “Fue como la escuelita de casi la mayoría de la gente que comenzó en radio en Chillán.
Pasaron controles, locutores y la mayoría está trabajando en otros medios ahora”, recuerda Juan Carlos Garrido. Desde sus inicios en San Carlos en 1967 confirmó el sacrificado y al mismo tiempo apasionado mundo que era la radio. Su anhelo era llegar a Chillán. Avanzó lentamente. Primero estuvo al lado de la Iansa, transmitiendo desde una caseta. De ahí pasó a la Villa Illinois. Finalmente llegó a la ciudad, primero en Constitución y luego frente al Teatro O´Higgins. El incombustible comunicador Orlando Villamán, quien lideró la radio, recuerda que para empezar conversaba con los jóvenes y les entregaba su espacio. “Ellos fueron haciéndose locutores, radiocontroladores. Ellos fueron verdaderos trabajadores y forjadores de sus vidas. Yo di la libertad para que se formaran”. De hecho, señala que antes de cada actividad les decía “Vamos a ir a cierto trabajo, pero ustedes son los encargados de sacar adelante este medio”. Se enseñaban unos a otros.“Nos íbamos pasando conocimientos. Había un cuidado en las palabras, te iban guiando” recuerdo Gabriel Guzmán, quien dice que allí aprendió a prestarle atención a cinco cosas a la vez. Recuerda las bromas memorables de cada jornada: el control se encargaba de hacer reír al locutor al aire o se quemaban los libretos mientras se leían.
La Radio Central tuvo sus propios hitos, a pesar de su siempre compleja situación presupuestaria, aunque “siempre hubo alguien que apuntaló”, de hecho fue la primera en tener telefonía celular y precisamente los funerales de Arrau los transmitieron con este sistema. Así era la Central conocida también como “radio manzanita” porque no salía de las cuatro avenidas, cuna también de frases memorables como “partió el partido” de la boca de Villamán, quien hoy sostiene: “¿Cuándo me alejo de la radio? Cuando me muera”.
Es el mundo de la radio y su gente, que se ha ido construyendo con la amalgama de todos los elementos que ha traído la tecnología, las tendencias, los gustos y la contingencia. Porque la radio y los suyos están ahí. Es probable que mientras haya leído esté artículo la esté escuchando o quizás más tarde en una micro o en el patio.
Es la radio que nació a fines del siglo XIX para quedarse. Tarea que sus trabajadores se han encargado de cumplir cabalmente.
Radio Comunidad 105.9 FM de Chillán Viejo (Foto: ChillanHumano)
MÁS INFO EN: http://www.diarioladiscusion.cl/?control=porsec&id_noticia_p=48691&id_diario=21092008&id_categoria=06&fecha=21-09-2008
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1 comentario:

Lucho Carrasco dijo...

Muchas gracias por su artículo ... Soy ingeniero electricista en comunicaciones y su lectura me ha traído a la memoria mis años estudiantiles en la vieja Escuela Industrial de Chillán y nuestras radios galena, con las cuales, con suerte, lograbamos en dias excepcionales escuchar hasta radios de Buenos Aires ... Fui amigo de la familia Gallegos uno de cuyos hijos, Eduardo, el mayor de ellos, era el locutor de lujo de la Radio Central para luego llegar a ser un brillante locutor de Radio Minería de Santiago ... Esto era por los finales de los 40's y Chillán estaba aún muy destruído por el terremoto del año 1939 ... de los programas 'en vivo' de la Radio Central recuerdo a Juan Carlos Berrocal, que tenía un radioteatro sobre el drama de los enfermos de sífilis y gonorrea ... yo, era de Rancagua y estudiaba en la EICH y tenía 15 años y mi tía (era mi apoderada), no me dejaba escuchar a Berrocal para 'mantener mi inocencia', decía, sin saber que con mis amigos chillanejos (el Negro Gallegos, el Peluca y el Ivan) hacíamos las de kikoycaco en estos atavares ... con que cariño recuerdo a estas amigos y a esos años tan lejanos ya.
Luis Carrasco Salvo
Toronto