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24 de abril de 2015
María Loreto Mora Olate - ladiscusion.cl
Mañana se conmemoran cuatro años
de la partida de nuestro poeta Gonzalo Rojas Pizarro; siempre presente con su
obra y más aún para los chillanejos. En un futuro, espero que cercano, podamos
contar con su casa larga de la calle El Roble funcionando con fuerza como
“Centro Cultural Gonzalo Rojas”, espacio que durante estos años ha tenido vida
gracias a las actividades organizadas por el “Grupo Literario Ñuble”.
Hace unos días tuve la
oportunidad de regresar a dicha casa. Los espacios vacíos de libros y muebles,
aún mantienen su aura y se me han venido de golpe súbito los recuerdos del
tiempo que compartí con el poeta del relámpago. En el año 2002 fui su secretaria,
rol que asumí sin buscarlo y por obediencia a mi profesora Berta López Morales,
académica de la Escuela de Pedagogía en Castellano de la Universidad del
Bío-Bío. En esta coyuntura de la conmemoración de su último viaje, me permito
compartir con los lectores una experiencia atesorada por más de una década en
mi pequeña bitácora celeste, como uno de los colores de su casa de “Chillán de
Chile”, como a él le gustaba decir.
Comienza la bitácora: “Chillán, 6
de septiembre de 2002. 1917/1977: sagitario/serpiente de fuego ambos y nos
venimos a encontraren este 2002, ‘año raro’ (y le robo esto último al poeta).
Me recibe en una tarde casi de primavera y ahí estoy frente a frente,
acompañados por un café arábigo, con Borges hablándonos desde la televisión.
Rojas se tomó la molestia por indagar acerca de mi vida y de mi trabajo.
Mientras tanto, me diviso en un espejo que está a sus espaldas, uno de los
tantos que adornan su casa larga, verde y azul.
¡¿Qué puedo hablar con el poeta
de “Las hermosas”?! –pienso inquieta. Su sabiduría y calidez resultan
acogedoras. Mientras, recorremos los rincones de su casa y me cuenta de sus
proyectos escriturales y su último libro que aún no salía de la editorial.
Prontamente me asigna como tarea dos lecturas: “La poesía de Gonzalo Rojas”
escrito por Hilda May, su segunda esposa, y el libro “Otras sílabas sobre
Gonzalo Rojas” de Fabienne Bradu, amiga francesa radicada en México y estudiosa
de su poesía.
Contemplando su jardín de rosas,
me compartió su sueño de crear una fundación. Recordó el recital que realizó el
día anterior en la Universidad del Bío-Bío, en el contexto del Congreso de la
Sociedad Chilena de Estudios Literarios (Sochel) y su mención a nuestra
Gabriela Mistral, que le hizo decirme ‘Tú debes ser siempre una obsesa, no pares
de hacer cosas… Obsesa. Aquella palabra quedó grabada a fuego, y allí sin
querer, me armó de su poder, confirmando muchas de mis convicciones al
comprobar que los afanes, no han sido en vano. Volvimos a soñar con la
fundación, observamos la casa bajo ese prisma, lancé algunas ideas y él las
celebró. Ya me sentía en confianza y me permití jugar con mi buen humor y
reímos”.
Continúa la bitácora y en uno de
los días de trabajo, me dictó un discurso, texto que hoy resulta revelador de
su autodefinición como artista de la palabra poética, cito: “Debo aclarar: yo
no soy un historiógrafo, ni geógrafo, ni autor prolijo ni erudito, no
hermeneuta ¿ya dije? Sino aproximadamente, un poeta, en el que dialogan lo real
y lo irreal, lo que parece diálogo entre lo real y lo ideal. Por eso acaso soy
un des-es-pe-cia-li-za-do y un des-tem-po-ra-li-za-do”.
Rojas decretó el susurro de su
presencia, con aquella entrañable voz interior que lo habitaba. Hoy y siempre,
escucharemos su legado, con la fuerza de lo auténtico en los deslindes de su
palabra íntegra, que nos despierta, igual que relámpago.
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