Era como una cueca larga. De esas que hay que sentir intensamente. En este caso era la cueca de despedida para el “Tío Lalo” Parra y fue una que tuvo innumerables acordes y gestos de reconocimiento.
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7 de abril, 2009
Aunque el canto venía desde Santiago, las tierras de Ñuble comenzaron a pronunciarse durante la tarde. La cueca empezó en Chillán frente al municipio. Se oían ya las cuecas. Poco a poco la gente se apostaba, había grupos folclóricos y delegaciones escolares. Un “Hasta siempre, Tío Lalo”, se desplegaba en una esquina.
Se hizo larga la espera, como esas pausas que se hacen para recuperar el aliento y volver a cantar. Y este era un canto especialmente hondo. Era el canto del adiós. Pero, él ya había dicho que nada de llanto, sino guitarras y canto. Y nada de luto porque cuando se canta nadie a muerto. “Amaba la vida y eso hay que aprenderlo especialmente en este país que se ríe poco”, señaló la ministra de Cultura Paulina Urrutia.
La llegada de la comitiva fue sucedida por un aplauso absoluto. Bocinas y banderas repetían que aquí no se lloraba. Vino el segundo pie de esta cueca: el Mercado. Allí se vuelve a oír el reconocimiento al artista en los aplausos, mientras de fondo se escuchan “Los Guatones Leales”. Pétalos sobre el féretro. Nadie queda indiferente al paso de la caravana que ya enfila hacia la Plaza La Victoria donde los estudiantes saludan con pañuelos blancos. Es que fue así: banderas, aplausos, pañuelos y guitarras fueron el acorde que las calles le pusieron a esta cueca.
desde el nacimiento Cumpliendo el misterio de la muerte, el tercer pie de cueca se vivió en la calle donde nació. Allí lo esperaban flores y fotografías. “Tenemos buenos recuerdos de él con su señora cuando venía para acá, siempre muy amable por eso queremos despedirlo con todo cariño”, señaló Miguel Riquelme, cuyo abuelo le compró la casa a Nicanor padre. “Nosotros lo conocimos de niños chicos cuando él venía nos tomaba en brazos. Era muy cariñoso con los niños chicos”, recuerda Josefina Escalona. Sus padres le compraron la casa a los padres del “Tío Lalo”.
También fue el momento escogido por su esposa Elizabeth para expresar su sentir por estos gestos multitudinarios. “Feliz por el recibimiento de Chillán, lo llevaré siempre en mi corazón. Vendré muy seguido y a lo mejor me vengo a vivir acá. Qué voy a hacer en Santiago sola sin mi viejo”. El últi mo acorde Para el postrero pie de cueca, en las puertas del cementerio con pétalos de flores estaba escrito “Adiós Tío Lalo”. Mientras las cuecas seguían. El camposanto se había vestido de fiesta para despedirlo. De hecho, el Parque de los Artistas parecía un escenario, de los tantos que conoció, con luces y música. El aplauso se multiplicó en cientos. Pero no sólo estaban los chillanejos. “Esperar que el Señor le tenga abierta las puertas del cielo y la Virgen María para que reciban ahora los cantos allá en el cielo”, fue el rezo espontáneo de Miguel Ángel Muñoz, quien viajó desde Concepción al funeral.
Las palabras que siguieron fueron de cariño, de reconocimiento. “Se nos fue una leyenda”, señaló Víctor Pino de la agrupación de conjuntos folclóricos. Estrella Monroy del Centro Cultural Víctor Jara destacó su legado. En tanto su hija Clarita, pidió algo sencillo: “Cuiden a mi padre, por favor”. Por su parte el alcalde Zarzar, señaló que propondrá al Concejo que la calle donde nació lleve su nombre. Vino luego la cueca tristona y un aplauso rotundo. Era el último acorde de una cueca que tenía un solo nombre: Eduardo Lalo Parra.
Se hizo larga la espera, como esas pausas que se hacen para recuperar el aliento y volver a cantar. Y este era un canto especialmente hondo. Era el canto del adiós. Pero, él ya había dicho que nada de llanto, sino guitarras y canto. Y nada de luto porque cuando se canta nadie a muerto. “Amaba la vida y eso hay que aprenderlo especialmente en este país que se ríe poco”, señaló la ministra de Cultura Paulina Urrutia.
La llegada de la comitiva fue sucedida por un aplauso absoluto. Bocinas y banderas repetían que aquí no se lloraba. Vino el segundo pie de esta cueca: el Mercado. Allí se vuelve a oír el reconocimiento al artista en los aplausos, mientras de fondo se escuchan “Los Guatones Leales”. Pétalos sobre el féretro. Nadie queda indiferente al paso de la caravana que ya enfila hacia la Plaza La Victoria donde los estudiantes saludan con pañuelos blancos. Es que fue así: banderas, aplausos, pañuelos y guitarras fueron el acorde que las calles le pusieron a esta cueca.
desde el nacimiento Cumpliendo el misterio de la muerte, el tercer pie de cueca se vivió en la calle donde nació. Allí lo esperaban flores y fotografías. “Tenemos buenos recuerdos de él con su señora cuando venía para acá, siempre muy amable por eso queremos despedirlo con todo cariño”, señaló Miguel Riquelme, cuyo abuelo le compró la casa a Nicanor padre. “Nosotros lo conocimos de niños chicos cuando él venía nos tomaba en brazos. Era muy cariñoso con los niños chicos”, recuerda Josefina Escalona. Sus padres le compraron la casa a los padres del “Tío Lalo”.
También fue el momento escogido por su esposa Elizabeth para expresar su sentir por estos gestos multitudinarios. “Feliz por el recibimiento de Chillán, lo llevaré siempre en mi corazón. Vendré muy seguido y a lo mejor me vengo a vivir acá. Qué voy a hacer en Santiago sola sin mi viejo”. El últi mo acorde Para el postrero pie de cueca, en las puertas del cementerio con pétalos de flores estaba escrito “Adiós Tío Lalo”. Mientras las cuecas seguían. El camposanto se había vestido de fiesta para despedirlo. De hecho, el Parque de los Artistas parecía un escenario, de los tantos que conoció, con luces y música. El aplauso se multiplicó en cientos. Pero no sólo estaban los chillanejos. “Esperar que el Señor le tenga abierta las puertas del cielo y la Virgen María para que reciban ahora los cantos allá en el cielo”, fue el rezo espontáneo de Miguel Ángel Muñoz, quien viajó desde Concepción al funeral.
Las palabras que siguieron fueron de cariño, de reconocimiento. “Se nos fue una leyenda”, señaló Víctor Pino de la agrupación de conjuntos folclóricos. Estrella Monroy del Centro Cultural Víctor Jara destacó su legado. En tanto su hija Clarita, pidió algo sencillo: “Cuiden a mi padre, por favor”. Por su parte el alcalde Zarzar, señaló que propondrá al Concejo que la calle donde nació lleve su nombre. Vino luego la cueca tristona y un aplauso rotundo. Era el último acorde de una cueca que tenía un solo nombre: Eduardo Lalo Parra.
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