martes, 7 de abril de 2009

La última gira del Tío Lalo


7 de abril, 2009
www.lanacion.cl
En la Plaza de Armas de Chillán, el mismo lugar donde Eduardo Parra plantó un árbol, la gente lo saludó pañuelos al viento. Su esposa Elizabeth Castro le dio la despedida final.
Foto: Elvis González

Más de 400 kilómetros recorrió el “hombre de blanco” para volver a la tierra que lo vio crecer descalzo junto a Roberto, Violeta y sus hermanos. Su ciudad natal lo despidió pañuelos al viento y ya postulan una calle a su nombre.

Por Marcos Moraga L. / La Nación
Eduardo Parra Sandoval llegó a su último descanso en Chillán

Partió temprano. Cerca de las 10:00, la parroquia de la Divina Providencia comenzó con los respetos para el Eduardo "Tío Lalo" Parra Sandoval, el último grande de la cueca chora, fallecido el sábado a los 90 años, y que de blanco absoluto saludaba a los asistentes desde posición horizontal. Roberto Márquez comandó a los Illapu al escenario-altar, donde se encontraron con Clarita Parra para cantarle al caído, entre coronas de la SCD y el grupo La Noche. Y el Tío Lalo fue conducido hasta la carroza: última parada Chillán. Elizabeth Castro, su esposa y compañera, va de blanco, como la enfermera que es y hace un llamado a la juventud: "Lo único que me pedía era no lo olviden. Que los jóvenes no lo olviden".

Unas cuadras más allá, en la sede de la SCD, el músico Cuti Aste, acordeón en mano, avivaba a los universitarios que también llegaron a zapatear por el hermano de Violeta. "Me dieron ganas de llorar, pero al rato me pille sonriendo, Sus canciones son un regalo enorme, donde la muerte no opaca toda la felicidad que dejó. Está vivo, en quienes tocamos con él y en esa generación que lo conoció a través de Álvaro Henríquez", dice Aste. El side-man repasa el legado del Tío, menos diestro en la guitarra que Roberto, pero un maestro escribiendo canciones. Y así lo vio Cuti Aste en Copiapó, cuando lo acompañó para su último concierto, antes que la salud se fuera al suelo. O hace un mes, cuando lo acompañó guitarreando en su lecho de enfermo, cuando no podía hablar, pero sí cantar: "‘¡Canten más fuerte!’, nos retaba".

Voy llegando a Chillán

Y a mediodía, el Tío Lalo ya punteaba la caravana hacia el sur, a 120 kilómetros por hora y con escolta. Ocho décadas después de la primera partida, el regreso de la voz de adobe a su cuna es bien distinto al primer peregrinar hacia la capital, cuando Nicanor le puso zapatos y lo llevó a estudiar. Eduardo sacó doctorado en boites y magíster en quinta de recreo.

Ahora, primera parada: la Plaza de Armas de Chillán, el mismo lugar donde Eduardo Parra plantó un árbol, como recordó la gente del Centro Cultural Víctor Jara. La gente lo saludó pañuelos al viento: era la primera multitud que a las 18:00 sacaba a sus escuelas a la calle. Y cueca larga hacia el cementerio: en el Mercado Central, parlantes a la calle y "Mejillones" suena para los que lloran, que se tiran a la carroza y que le piden un minuto a la ministra de Cultura que saluda a cada uno -a cada uno- de los deudos coterráneos del folklorista caído. El camino al cementerio tiene un stop obligado, es en calle Uruguay con avenida Mariscal Ruiz de Gamboa, casa natal. "¡Acuérdese de saludar a su papá!", reta Óscar Parra a una señora, gente de barrio que vio partir al de blanco, y hoy está ahí con una bandera chilena. "Deja pasar al Illapu", gritan, y Roberto Márquez pasa saludando.

El Tío entra entre flores, secundado por todos sus hijos. La ministra de Cultura, Paulina Urrutia, tomó la palabra, para un último adiós entre tembloroso y catártico. "Tan sólo hace unos días, cuando se recuperó, después de cantar juntos en el hospital, dijo ‘pucha, ministra, no tengo nada que ofrecerle’. Y lo que uno debiera responder ahora es que nosotros tenemos mucho que ofrecer: la admiración para un hombre talentoso, un emblema de la cultura popular, un orgullo patrio". Acto seguido, el alcalde de Chillán, Sergio Salazar, presentaba su proyecto para bautizar la calle Uruguay -la casa natal- como "Tío Lalo Parra".

Clarita, su hija, tomó luego la voz campante. Micrófono en mano, recordó los cuatro matrimonios, los siete hijos y cómo, casi un siglo atrás, con la pobreza amarrando la guata, Hilda, Eduardo, Violeta y Roberto ganaban pocas monedas limpiando tumbas en este mismo recinto que ayer se vio sobrepasado en su capacidad, pero que abrió la puerta para todos, entre cuecas choras y niños llorando. "Agüita pa’ los floreros, escaleras pa’ los nichos", voceaban los cabros Parra, entre el calor otoñal. "Y papito, voy a hacer de cuenta que andas en gira". La primera escala, Chillán, fue un buen comienzo.

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