Rodrigo Alarcón | Jueves 2 de
octubre 2014 2:21 hrs.
A los 97 años falleció la artista
visual, que desde los '60 experimentó con la abstracción, los efectos ópticos y
el movimiento. A pesar de su reciente revalorización, especialistas consideran
que su trabajo no fue reconocido en forma adecuada en Chile.
“Si no hay movimiento no existe
vida, si no hay vida no hay acción y si no hay acción se acabó el mundo. Las
cosas no están quietas para mí. Siempre tengo la idea de que algo cambia, algo
se mueve, algo tirita, como quién diría”. La frase es de Matilde Pérez, la dijo
hace un par de años al sitio especializado Artishock http://www.artishock.cl/2012/06/matilde-perez-no-hay-vida-cultural-en-chile/ y sirve para introducirse
en la obra de la artista que falleció este miércoles, a los 97 años, y cuyos
restos serán velados hasta el viernes en la parroquia San Patricio (Isabel La
Católica 6319, Las Condes).
Matilde Pérez Cerda nació el 7 de
diciembre de 1916 en Santiago, estudió en la Escuela de Bellas Artes de la
Universidad de Chile y, aunque se inició como pintora, descubrió más tarde las
claves que la convirtieron en precursora del arte cinético en Chile. Fue en
1960, cuando viajó becada a París, se encontró con Victor Vasarely y comenzó la
investigación óptica y cinética.
Más tarde, en 1975, formaría el
Centro de Investigaciones Cinéticas en la Facultad de Diseño de la Universidad
de Chile, pero el proyecto pronto se truncó: al año siguiente fue exonerada y
dejó su puesto como académica.
A esa altura ya había integrado
el Grupo de los Cinco (1953), el Grupo Rectángulo (1955-1962) y la primera
etapa de Forma y Espacio (1962-1965). También había comenzado a desarrollar una
obra que “logró mezclar los mundos de la ciencia, de las matemáticas, de la
geometría, con el de las artes”, dice el curador Ramón Castillo.
“No fue una relación sencilla,
sino que hizo una cantidad de obras a partir de principios geométricos bastante
complejos. Comenzaba sus obras en papel milimetrado y a esa escala es
tremendamente minucioso el trabajo. Luego iba generando formas, planos y se iba
haciendo más complejo. Comenzaba en el papel y luego se convertían en grabados,
en volúmenes, en piezas cinéticas, en piezas móviles o en túneles”, señala en
alusión al Túnel Cinético, que instaló en 1970 en el Instituto Chileno
Norteamericano y permitía transitar entre efectos producidos por espejos, luces
y figuras geométricas. “Es la pieza que ella consideraba más importante”,
asegura Castillo.
“Matilde decía que en sus
trabajos no hay narrativa. No tienen títulos porque se bastan por sí mismos y
son suficientes para provocar algo en el espectador. Es una clave muy
importante que cualquiera puede apreciarlos, porque un niño, un adulto, alguien
muy culto o analfabeto, parado frente a una de sus piezas, es capaz de
reconocer los efectos visuales que ella provoca”, explica el director de la
Escuela de Artes de la Universidad Diego Portales.
Ramón Castillo la conoció en
1997, cuando en el Museo de Bellas Artes trabajó para Ojo móvil, muestra que
revalorizó su figura luego de años al borde de la invisibilidad. Después
vinieron otras exposiciones relevantes en Chile y el extranjero. La primera fue
Lo(s) cinético(s), en el Museo Reina Sofía de Madrid (2007), “en que ella forma
parte del relato internacional del arte cinético, es decir, forma parte de la
historia. Es el momento en que se la reconoce como protagonista de un momento
histórico, de una tendencia”, dice Castillo.
Luego se hicieron Cinética, en
Casa de las Américas de La Habana (2009); Open cube, en Londres (2012); y
Matilde por Matilde, el mismo año en la Fundación Telefónica, también curada
por Ramón Castillo. “En Inglaterra se le hizo un homenaje en el contexto de la
feria Pinta y fue realmente muy emocionante, porque advertíamos que no solo era
nuestra Matilde Pérez, artista chilena, sino que también era tratada como
maestra del arte internacional. Eso fue muy impresionante, se acercaba la gente
y le decían maestra”, recuerda el curador.
A pesar de su reciente
revalorización, hay quienes consideran que la misma condición de pionera del
arte cinético la convirtió en “un caso muy aislado”. Así lo dice el historiador
del arte Gaspar Galaz, quien destaca que “nunca cedió un milímetro de lo que
pensaba y trabajó toda su vida en ese sistema”.
“Fue más allá de los dogmas del
arte concreto y abstracto y fue más allá también de Vasarely. Usó motores
eléctricos, integró el movimiento real a la combinación de colores, fue
proponiendo un mundo no tan fácil para los ’60, para la abstracción dura”,
añade el académico de la Universidad Católca.
Gaspar Galaz recalca, no
obstante, que “su trabajo fue muy solitario, con muy pocos seguidores. En los
últimos 30 años el arte ha cambiado de tal manera, de forma tan acelerada, que
cientos de tendencias y posturas quedaron fijas en el tiempo. Eso hace que ella
sea una especie de héroe de un movimiento cinético que finalmente no tuvo
ninguna o muy poca repercusión en Chile”.
Más categórico es el director del
Museo de Arte Contemporáneo (MAC), Francisco Brugnoli, quien la conoció en
1959, cuando ingresó a la Escuela de Bellas Artes y le tocó como profesora:
“Era increíblemente rigurosa y exigente, era el curso donde se hacía trabajar
más a los estudiantes. No solo era obediencia al profesor, sino que lo que ella
enseñaba, cómo lo enseñaba, evidenciaba una gran claridad metodológica y un
sentido de lo que debía ser la base constitutiva de una obra de arte. Todo eso
era sorprendente en un curso de primer año”, recuerda.
Según Brugnoli, la falta de
reconocimiento tiene que ver con que “ella se integra a una corriente de arte
que Chile no reconoció en su tiempo. Matilde Pérez no obtuvo el Premio Nacional
ni tampoco otros colegas que compartieron con ella la tendencia, como Ramón
Vergara Grez y Gustavo Poblete. Hubo una generación de profesores que asumió el
compromiso del trabajo riguroso con la abstracción y eso pasó desapercibido en
Chile. En los últimos años hay un resurgimiento, pero es muy tardío. Con
Matilde Pérez, muere el último de ellos y es lamentable que el país no haya
reconocido su gran aporte”.
Quizás por eso es difícil también
encontrar hoy sus obras en el espacio público, que es el proyecto utópico de un
artista cinético, dice Ramón Castillo: “Que estén en las plazas, edificios y
parques”.
Un caso emblemático es el friso
realizado en acero soldado, de 60 metros de largo, que desde su inauguración
lucía el centro comercial Apumanque. En su momento incluso tenía un sistema de
sincronización para que una serie de ampolletas generaran patrones de forma y
movimiento, pero en 2007 fue retirado para la remodelación del recinto y
trasladado al campus Lircay de la Universidad de Talca.
Así, en la región Metropolitana,
solo se pueden ver dos de sus obras: Visiones geométricas, esculturas que se
activan con el viento y fueron instaladas en 2004 en la variante
Melipilla-Huilco; y otra escultura de cinco metros de alto, con un disco giratorio,
inaugurada en 2011 en el edificio que Banco Itaú posee en la Ciudad
Empresarial, en Huechuraba.
Imágenes: Fundación Telefónica.
Además http://www.artishock.cl/2012/06/matilde-perez-no-hay-vida-cultural-en-chile/
http://www.latercera.com/noticia/cultura/2014/10/1453-598302-9-muere-la-artista-visual-matilde-perez-pionera-del-arte-cinetico.shtml
http://www.13.cl/t13/espectaculos/friso-cinetico-la-obra-inadvertida-de-matilde-perez-que-estuvo-25-anos-en-el-apuman
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